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PDF | 440 | Hace 6 meses | 7 junio, 2024
Dra. en Admón. Sandra Yesenia Pinzón Castro
A mitad de semana, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes llevamos a cabo una conferencia magistral y un panel con especialistas para abordar el tema del estrés hídrico en nuestra entidad. Por la importancia y urgencia de esta problemática, creo que además de su discusión en foros académicos, vale la pena que sigamos poniendo sobre la mesa de reflexión pública la gravedad de esta situación y busquemos juntos una concientización colectiva y el diseño de estrategias y acciones para evitar una crisis por falta de agua. Con la esperanza de que juntos podamos hacer algo efectivo antes de que sea demasiado tarde, comparto en esta ocasión una breve reflexión sobre el tema:
La definición más conocida de “estrés hídrico” refiere que este ocurre cuando “la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible durante un periodo determinado, o cuando el uso del vital líquido se ve restringido por su baja calidad”.
El problema con una definición tan amplia es que muchas entidades que de hecho tienen severos problemas de suministro de agua, pueden seguir sintiendo o fingiendo cierta seguridad, amparadas en la certeza de que su consumo aún es menor a sus reservas acuíferas (propias e importadas). Por ello, es mejor buscar la precisión y decir, junto con la ONU y fundaciones como We Are Water, que “cuando una zona se enfrenta a un ‘estrés hídrico extremo’ es que está utilizando al menos el 80% de su agua disponible; y un ‘estrés hídrico elevado’ significa que está retirando el 40%”.
Bajo esta perspectiva, las alertas de muchos países y ciudades tendrían que estar sonando. Más aún: la preocupación debería ser tal que, en aquellas entidades donde se está viviendo una repentina fiebre de la construcción inmobiliaria y de la llegada de grandes fábricas, habría que replantearse con toda seriedad sus posibilidades de crecimiento y sustentabilidad a mediano y largo plazo. Lo anterior no con el fin de desincentivar sus economías, sino buscando mejorar radicalmente su infraestructura para la captación de agua y generando estrategias efectivas para el cuidado, la dosificación y el tratamiento de este recurso indispensable.
De acuerdo con el World Resources Institute, en tan solo 15 años México será uno de los países que estará sufriendo de punta a punta un estrés hídrico entre elevado y extremo… Pero ni siquiera es necesario esperar década y media para sufrir los estragos de las sequías, los malos hábitos de consumo de agua y las deficiencias de la planeación urbana: recordemos cómo hace apenas un par de años el estado de Nuevo León estuvo a nada de llegar a su “día cero” debido a la falta de lluvia, a la insuficiencia de su infraestructura de abastecimiento y a los niveles extremadamente bajos de sus presas.
Y en Aguascalientes no cantamos malas rancheras: de acuerdo con datos reportados en 2023 por la Asociación Mexicana Hidráulica, el estado ocupa el tercer lugar nacional en
estrés hídrico. Esta afirmación es consistente con otra de 2020 del World Resources Institute, que colocaba a nuestra nación en el lugar 26 de los 164 países con mayor estrés hídrico, y a nuestra entidad en el cuarto lugar nacional con esta problemática.
Esto no necesariamente indica que como estado estemos fallando: debemos entender que nos enfrentamos a un problema multifactorial, en el que tienen mucho que ver cuestiones diversas, como por ejemplo nuestra ubicación geográfica, nuestro bioma y el cambio climático. Asimismo, hay que reconocer que, hasta ahora y según datos del INEGI, aquí se ha logrado una cobertura de suministro de agua potable a los hogares de más del 90%, lo cual está bastante encima de la media nacional; y reconocer además que se han llevado acciones de gran envergadura, como el Distrito 001 de Riego, al que además se le ha seguido inyectando una considerable inversión para su ampliación y mantenimiento.
Con todo, la ola de calor que nos está asolando y los problemas de escasez de agua que se están presentando en diversas regiones de todo el mundo, deben hacernos prender las alertas, como ya expresé hace unos momentos, y llevarnos a plantear estudios, estrategias, leyes y acciones que nos permitan revertir la delicada situación que enfrentaremos en menos de 20 años. Aún estamos a tiempo.