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Dra. María Rebeca Padilla de la Torre, profesora e investigadora del Departamento de Comunicación del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades
Este premio lo acepto con una gran alegría, porque me lo otorga la Universidad Autónoma de Aguascalientes, a quien debo mi trayectoria en investigación. Expreso mi gratitud a la Universidad, y a todas las mujeres y hombres universitarios que han contribuido a que cuente con el privilegio de realizar investigación. Un asunto impensable para la mayoría de la población, y entre ella quisiera resaltar el caso de las mujeres. En la conferencia magistral de apertura del XX Seminario de Investigación, la Dra. Liza Elena Acevez de CONACYT dio a conocer que en el Sistema Nacional de Investigación: 13 429 somos mujeres, en contraste con 21 731 varones. Además, en los niveles más altos va disminuyendo nuestra presencia. El papel de las instituciones es clave, porque es necesario desmontar el discurso que atribuye el éxito sólo al esfuerzo individual. Sin duda, lo explica parcialmente, pero además, habrá que reconocer que los logros dependen fundamentalmente de las condiciones estructurales y de que varios sectores asuman la responsabilidad de apoyar el desarrollo humano.
En este sentido, quisiera recordar una de las historias de esta Universidad. Desde mis tiempos de estudiante, he escuchado cómo su fundación abrió la posibilidad para que los jóvenes de Aguascalientes, estudiaran en su ciudad, sin la necesidad de migrar. A esta narrativa habría que agregar lo que la creación de la Universidad ha aportado a la educación y movilidad social de la mujeres. En ese momento histórico se sentaron las bases para que hoy yo sea reconocida como una investigadora consolidada. Ahora el desafío es realizar las acciones necesarias para integrar a las mujeres y grupos marginados de nuestra sociedad a la ciencia y que sea un espacio de exigencia, pero que gargantice que será justo.
En el contexto de una pandemia, recibir este premio a la trayectoria en investigación es sumamente significativo y me devela la responsabilidad que conlleva. Ahora, como nunca, es necesaria la ciencia y defenderla es una cruzada que une a la comunidad científica.
Estos años serán recordados por estar envueltos en una de las mayores crisis humanitarias y ambientales, la cual ha puesto en relieve las profundades desigualdades sociales y el aumento de la polarización política en varias naciones. Además, se ha generado una infodemia, en la cual información falsa se disemina a través de amplias redes sociodigitales, y nuevas formas dominantes del control de la información se erigen alarmantemente. Estas prácticas demeritan los avances de la racionalidad con base en el conocimiento científico y la democracia.
Ante lo anterior, la categoría en la cual se me otorga este reconocimiento, la comunidad científica de las ciencias económicas-administrativas, educación, sociales, humanidades, artes y cultura, diseño, arquitectura y urbanismo, junto con la comunidad de las ciencias exactas, naturales, ingenierías, de la salud y agropecuarias cobran una relevancia sin precedentes.
Los últimos reportes del Consejo Científico Internacional, manifiestan que es necesaria la unión de esfuerzos de las ciencias exactas y naturales con las sociales y humanidades, para enfrentar los desafíos. Sin embargo, en esta ocasión expreso el énfasis en la siguiente pregunta: ¿Qué requieren las sociedades actuales de las ciencias sociales y humanidades?
Ahora como nunca se precisa de la reflexión filosófica sobre la esencia de nuestra humanidad, sobre quiénes somos con respecto a otros seres vivientes y nuestro propósito en este mundo. Además, resulta imprescindible la comprensión histórica sobre cómo se fincaron nuestras sociedades en el colonialismo, el patriarcado y el capitalismo, en las cuales la lógica extractiva y de explotación de los recursos naturales y de otros seres humanos nos ha colocado en la presente situación. ¿Qué lecciones del pasado nos ofrecen orientación hoy?
Las ciencias sociales tienen una enorme tarea en cuanto al estudio de los diversos sistemas económicos, políticos, educativos y urbanos, entre otros, para analizar, evaluar y proponer cómo atender de manera integrada las graves problemáticas actuales. Además, es indispensable comprender la naturaleza sociocultural de las desigualdades basadas en identidades de etnia, género, sexualidad, religión, política y creencias para generar prácticas de equidad. En el confinamiento, se reveló el valor de la cultura y las humanidades al mantener nuestro sentido de comunidad con el presente y el pasado. Las manifestaciones artísticas han dado a conocer con sensibilidad las sombras y luces de las mujeres y hombres de todos los tiempos.
En las narrativas visuales y escritas encontramos el sentido de quienes somos y qué deseamos, sin embargo, actualmente una pregunta pertinente es: ¿Cómo están formando las narrativas contemporáneas a las generaciones más jóvenes? Una tarea central de las ciencias sociales y humanidades es replantear estas narrativas para promover una nueva conversación sobre el desarrollo humano. Los discursos sobre la competividad y el logro del éxito a toda costa, la generación de riqueza sin importar a qué costos sociales y ambientales, el individualismo, el valor humano fincado en el consumo, así como el odio y aniquilamiento de la otredad deben ser desplazados por narrativas que pongan en primer lugar el amor y cuidado a nosotros mismos así como hacia toda persona y ser viviente.
Sin embargo, en el marco de las ciencias sociales, deseo compartir hoy mi particular interés por la comunicación y lo mediático. La pandemia colocó a estos objetos de estudio en el ojo del huracán. Los seres humanos siempre se han expresado a través de un medio, la voz y el propio cuerpo son los primeros, y tal como lo imaginó Marshall McLuhan, éstos se han extendido de maneras impensables a través de las tecnologías de la información y comunicación. Aunque los procesos comunicativos han cobrado mayor relevancia en la pandemia, siempre han sido indispensables para sobrevivir.
La ecología mediática, explica esto mediante varios principios de la biología. Los organismos que mejor se adaptan y sobreviven son aquellos que son capaces de informarse sobre su medio ambiente y tomar decisiones acertadas al respecto. Por otra parte, tal como lo hace el cuerpo humano, el compartir información en red, entre todas sus partes y colaborar en consecuencia, es la base de la cohesión social. Por ello, el derecho a la información y la comunicación son centrales para mantenernos vivos y convivir democráticamente. La comprensión de las prácticas y el escenario mediático para que sean aprovechadas para mejorar las vidas humanas ha sido la principal motivación de mi práctica científica. Lamentablemente, los sistemas de medios y la tecnología no son neutrales, se encuentran insertos en estructuras mayores que atienden propósitos que nos trascienden.
En los pasados días he estado revisado varias entrevistas que generosamente me concedieron personas del ámbito periodístico, político, de las organizaciones de la sociedad civil y audiencias en general. En ellas, se identifica, una alta indignación y enojo con el estado actual de violencias, injusticias y desigualdades que no han sido resueltas durante años. La inquietud que surge es que la información y los argumentos que plantean soluciones ante esta indignación, no son con base en el respeto a los derechos y vías democráticas, sino en la violencia.
Este panorama es confrontado por la comunidad de científicos de la comunicación al visibilizarla mediante datos, denunciar, ofrecer argumentos para proponer mejores leyes, prácticas de comunicación y de las tecnologías de la información y la comunicación para el desarrollo y la alfabetización mediática e informacional.
Hoy recuerdo a los maestros y maestras que con sabiduría y generosidad me formaron y a quienes han recibido este reconocimiento antes, es para mi un honor ser incluida en este marco, por lo cual ser representante de esta comunidad de excelencia de mi institución es una gran satisfacción que recordaré siempre. También recibo este premio con una especial mención y afecto al CCSyH y al Departamento de Comunicación, mi lugar en la Universidad. En ambos he contado con cálidas relaciones de trabajo y de amistad que para mí son invaluables. Gracias a quienes han trabajado en equipo conmigo, a mis estudiantes, todo cobra sentida en mi vida académica por ustedes. Y por supuesto, gracias a mi familia, Sergio, Victoria, Mariana y Sergio Armando, no imagino mi vida sin ustedes.