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COLABORACIÓN | Mtro. Arturo R. Silva Ibarra
A don Alfonso, con nostalgia y cariño por esas pláticas en que siempre me sorprendía con una idea, una enseñanza o con su risa al narrarme una simpática experiencia.
Como lo acostumbré por algunos años, una tarde visité a don Alfonso Pérez Romo en su casa, lo cual era un goce desde la llegada: cómo olvidar esa vieja puerta de madera que había que empujar con fuerza y escuchar su tenue gruñido, para luego encontrar el rostro amable y sonriente del doctor, junto con la cordial invitación a pasar a su hogar. Después, en su compañía, transitar por una muy agradable sala-recibidor y seguir por un breve pasillo hasta llegar a su estudio; en el trayecto, se podía admirar escogidas pinturas de conocidos artistas que serían interminables de enumerar, esto por mi mala memoria, pero al menos recuerdo una del emblemático artista panameño Alfredo Sinclair que especialmente me gustaba ver.
Esa tarde, a principio de 2019, estábamos sentados cómodamente en unos sillones individuales alrededor de una mesa redonda en la que era frecuente encontrar libros y algunas revistas que esperaban pacientes la oportunidad de dialogar con don Alfonso y, junto a ellas, una dulcera dispuesta con caramelos y galletitas. El lugar invitaba a estar. Su rincón de lectura estaba enmarcado por sus libros: en el muro norte, el área médica; al oriente, los libros de su querida España, cuyos temas abarcan la historia, literatura, arte, geografía, entre otros; al poniente, un ventanal por el que la luz del día iluminaba su lectura; y hacia el sur, el acceso a su sala y a su amplio escritorio con pequeñas montañas de libros, adornos y, sobre todo, fotos entrañables.
En esos sillones comenzaban nuestras charlas. En esas fechas platicábamos salpicadito de una cosa u otra, hasta que don Alfonso retomó una idea que venía meditando sobre un nuevo proyecto ‒idea que he podido rastrear desde noviembre de 2018‒, que consistía en organizar un espacio de reflexión cultural abierto al público, a pesar del diplomado “Palabras que han determinado el rumbo de la historia” que estaba próximo a iniciar.
Junto a la idea de ese espacio de reflexión multitemático, a don Alfonso le preocupaba su biblioteca, al considerar la posibilidad de que ante su partida, ésta fuera a dispersarse y perdiera el valor del conjunto y su riqueza. Conforme pasó el tiempo, llegó a tener cuatro criterios para decidir el destino de sus libros: que no se dispersara, que no cayera en lo que él llamaba un “panteón de libros” que nadie consultará, por el contrario anhelaba que fueran estudiados en un lugar adecuado; un tercer criterio era el cuidado y protección; y que fueran acogidos por una institución educativa o cultural cercana a sus afectos.
Mencionar la inquietud por su biblioteca sería el detonante para impulsar un proyecto más amplio, al recibir la propuesta en 2018 por la rectoría de la UAA para acoger su biblioteca personal y darle a don Alfonso un lugar en el que pudiera continuar con la formulación de nuevos proyectos.
En otra charla a fines de 2019, don Alfonso me dijo, apenas acabándonos de sentar:
“Oye, mira, he pensado en un nombre para el proyecto, le he dado vueltas en la cabeza, es un nombre que nos remite a las raíces de nuestra cultura occidental, he pensado en uno, pero a lo mejor no te va a gustar, es griego: Helikón. ¿Qué te parece?”, preguntó.
“Doctor, solamente sé que corresponde a la mitología griega, mas no recuerdo si era algo así como el templo de los dioses”.
“No”, me dijo el doctor Pérez Romo, con esa expresión en su rostro de alegría e inteligencia al hablar de un tema de su interés. “Mira, conforme a la mitología griega, tiene que ver más bien con la casa de las musas”. En ese momento consulté en internet y le respondí: “Así es”, agregando que estaba dedicado a Apolo y que Helikón era un dios personificado en ese monte. “En otra visita a la información que aportó la búsqueda, doctor, leo: Al monte Helicón, por su altura, se le debería llamar montaña; es real, existe en la región de Tespias, Beocia, en Grecia; el nombre de Helikón literalmente significa monte tortuoso’”. Le compartí el resultado de otra fuente: “Sí, doctor, incluso, por lo que usted me dice, al estar el monte Helikón consagrado a las musas, fue un sitio en que se realizaban con cierta frecuencia algunos juegos o torneos en su honor. Con razón, doctor, es por eso que a los pies del monte Helikón se fundó una escuela de poetas y de ahí es nada menos que una de las grandes figuras de la antigüedad griega, Hesíodo, poeta y filósofo, que en su Teogonía escribe el nombre de las nueve musas en el siglo VII d. C”.
El nombre me agradaba; el concepto de las musas se podría ligar en un sentido amplio, al de universidad, pues hace alusión a todas las áreas del saber que se cultivaban, y eso sería Helikón: abrir un espacio en donde especialistas de cualquier área pudieran platicar sobre temas importantes, peliagudos ‒palabra que don Alfonso usaba en ocasiones usaba, y que contribuyera a con los asistentes a conformarse una opinión más fundamentada.
Las charlas sobre el nuevo proyecto eran frecuentes, la idea era cada vez más clara y empezamos a escribir posibles temas con sus ponentes. El doctor Pérez Romo contaba ya con una excelente interlocutora, su nieta, Ingrid Pérez Tangassi, y juntos fueron armando el temario con los invitados del naciente Helikón. En enero de 2020, se presentó el primer proyecto en el cual participó la maestra Lorena Olvera; ahí se incluyeron otros aspectos, una propuesta de formato y la ampliación de la tesis detrás de las ideas del doctor Pérez Romo.
Lo fundamental era la creación de un espacio de diálogo, en el sentido dado por el filósofo Martin Buber, al considerar que el diálogo significa “estar dispuesto a cambiar la propia opinión y a entrar en cierto nivel de resonancia con el otro”. Así, las líneas de trabajo fueron varias, pero entre ellas destacaron una serie organizada de temas a reflexionar mediante facilitadores expertos, el análisis de textos relevantes por su trascendencia histórica, literaria o social; talleres, lecturas; así como la escucha y análisis de propuestas musicales.
El doctor Pérez Romo se veía cada vez más emocionado con la idea de Helikón y la compartía con su familia y amigos, de tal manera que no dejaba de conformar lo que sería el programa con los temas. Primero organizó sesiones con académicos para afinar más la idea, entre ellos, el filósofo Enrique Luján, los historiadores Andrés Reyes y Víctor Manuel González, y por supuesto, con algunas autoridades de la UAA que le ofrecieron su apoyo. Lamentablemente, con las restricciones que supuso la pandemia, el proyecto de Helikón tuvo que esperar dos largos años. Fue el 7 de mayo de 2022 cuando se realizó la anhelada inauguración, aún bajo medidas sanitarias establecidas en la UAA.
La primera plática con la que inició Helikón estuvo a cargo del doctor Felipe Martínez Rizo, con un tema más que oportuno: “Lecciones de la pandemia para la educación” y con otros 13 invitados; un segundo ciclo tuvo 16 sesiones de agosto a diciembre de 2022. Ese ciclo será difícil de olvidar, porque en una de las sesiones programadas, una maestra invitada enfermó así que don Alfonso, a sus 98 años, me dijo sonriendo y con su mirar decidido: “Sabes, yo hago el quite. Qué caray, hay tanto de qué hablar”. Y así fue. Durante dos horas ofreció una refrescante y docta charla sobre su concepción del arte y temas relacionados con ello. Su exposición era el resultado de muchos años de estudio y reflexión, y sin tomar ni un respiro o descansar un breve segundo en su bastón, transcurrió el tiempo hasta percatarse de la hora; con rostro escéptico, comentó que aún le quedaban otros temas para compartir e inmediatamente, con una sonrisa contagiosa, dio por terminada su charla en el marco de un sincero y fuerte aplauso de sus alumnos y alumnas, con el gran cariño cultivado por muchos años.
Para la sesión del 15 de octubre, don Alfonso no pudo acompañar a su invitado, pero en la siguiente sesión estuvo con la alegría de todos, incluso los participantes pidieron fotos con él. Por la tarde, lo llamé para saludarlo y saber cómo se encontraba, pero hablamos casi nada. Al despedirme, con voz queda, él me comentó: “Oye, Arturo, creo que ahora sí me excedí…”. La siguiente sesión trataría uno de los temas que más le apasionaban: Sor Juana Inés de la Cruz, sesión dedicada a nuestro querido amigo y maestro, don Alfonso, quien nuevamente no pudo presentarse, pero en esa ocasión, conscientes de que ya no tendríamos la oportunidad de disfrutar su cálida y gentil presencia, de contar más con su saber y su entrañable compañía. Helikón continuó con el programa propuesto por don Alfonso y se logró concluir hasta la última charla de ese año. Era lo menos que podíamos hacer en su memoria.
Helikón continuó gracias a las gestiones de la Dirección General de Difusión y Vinculación para lograr que se institucionalizara como programa propio del área; de esta forma, en conjunto con la nieta de don Alfonso, la maestra Ingrid Pérez Tangassi, organizamos nuevos temas considerando un homenaje a don Alfonso, por su primer aniversario luctuoso, e integrando temáticas que eran del interés del doctor Pérez Romo, como la educación estética y la formación humanística universitaria. Mientras que para la sesión del 21 de octubre, tres días antes de que se cumpliera un año de su fallecimiento, la doctora Adriana Cecilia Pérez Talamantes conversó sobre el Islam, otro de los temas que don Alfonso estudió, primero, desde el arte mismo y, luego como doctrina religiosa y su estructura. Ese ciclo, lógicamente cerró con la charla del licenciado Juan Ángel José Pérez Talamantes, quien habló sobre “Cervantes: el Quijote y la justicia”. Otro de los temas o, mejor dicho, uno de los libros entrañables y siempre presentes en su quehacer.
Helikón se ha mantenido como espacio para la reflexión cultural: se han invitado a expertos en temas de relevancia y actualidad que fueran del interés de los asistentes; se diversificaron los temas y la participación de especialistas; de tal forma que ese tercer ciclo cumplió con nuestras expectativas y sobre todo las del público. El total de participantes en las 13 sesiones fue de 589, un promedio de 45 participantes, con un porcentaje de un 56% de mujeres y el resto varones. Sin duda, un buen regreso.
A la fecha de este texto, la nueva temporada de febrero-junio de Helikón 2024 se encontraba en plena actividad y por este mes de agosto comienza una nueva temporada. Me gustaría concluir, con la profunda esperanza depositada en la UAA y robando algunas palabras que don Alfonso escribió en la introducción de su libro “Miradas y reflexiones” (2018): “La obra de arte tiene la virtud de depositar en el alma semillas que luego florecen en el espíritu con aromas y significados nuevos”. Así sea Helikón hoy y muchos, muchos años más.
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