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Iván Yahir Gómez Mancilla | Ingeniería en Computación Inteligente, segundo semestre
Me gusta pensar en que aquella vez me esperabas al volver. Que el tiempo perdonaba la distancia y que la distancia no parecía ser tan inmensa… mucho menos tan cruel. Cuando volvía no habías cambiado, seguíamos hablando y decías extrañarme, pero estabas feliz de verme y yo completo, sin el sentir de tu falta, de la lejanía que se extendía mientras más me acercaba. Pensaba que la distancia no fue más grande cuando estaba frente a ti, que estando detrás del horizonte, refugiado tras el sol, más allá de tu mirada y soñando con darte la última carta.
Pero esa última carta la diste tú y con ella inauguraste el presente. Un tiempo raro, de cariños incendiados en tambos de basura que liberan la espesa brisa negra en la que nos escondemos cada noche, de cada cierto tiempo, a las tres de la mañana. Nos cuesta tanto no salir cegados del centro del fuego, evitar el mal olor a recuerdo y sal que antes fue azúcar, el sudor hirviente de impotencia y la inesquivable ilusión infante que jamás perdimos.
Y de las tres de la madrugada pasamos a las siete, cuando la razón vuelve por causa de la mañana. Solo me quedas tú y solo te quedo yo, ambos del día anterior. La noche nunca sucedió y no exististe para mí, al menos no en ese momento. Podemos volver a platicar como siempre: aburridos, fatigados y con absolutamente ningún tema de conversación. Si me cuentas tu día está bien, pero la realidad es que no me importas cuando hay sol, me gusta desentenderte a oscuras y que entonces me hables de las cosas que a nadie interesan excepto a nosotros, cuando la lógica se separa de la filosofía.
Háblame con las voces que guardaste en tu garganta mientras no estaba y también escucha las mías; me compliqué tanto para no perderlas. Cuéntame cómo estabas la última noche que pensaste en mí, y la penúltima, y la anterior a esa, pero empieza a las seis del invierno, porque me gustas cuando ya no puedo verte, pero si puedo escucharte. Yo te contaré los últimos descubrimientos que hizo el gato, y cómo te encontró en el aire, siguiéndote hasta tu cama, descubriendo que aún me amas y entendiendo que aún te amo.