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“Taciturno” Gabriela Mireles Reza, Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, segundo semestre. Correo: mireles_reza@outlook.com
A la muerte del ruiseñor de gran plumaje negro, aquel infante sintió el placer de lo fragmentado. No era un sentimiento taciturno, ni era una soledad voraz, ni un sentimiento efímero, era solo el principio de una pasión agresiva, la violencia.
El ruiseñor, moribundo por un gusto irracional yace en el piso cubierto de sangre. Los cuervos gritan su pesar, abierto, exhibiéndose a los fantasmas que al pasar lo miraban con un profundo asco. ¡Qué tragedia! su vida no volverá a oler a jazmín, aquel se ha convertido en amapola, la mañana se ha convertido en cenizas.
-¡Es rechazado!, ¡es rechazado!-
Gritaban las golondrinas con total ironía.
Pobre ruiseñor, agónico se mira a través del charco de su propia sangre que sale sin piedad de sus vísceras, como fuente de agua, fuente de vida para los gusanos.
-Se ahoga, se ahoga-
Se burlaban las voces de inocencia que jugueteaban con su cuerpo. Lo pateaban, lo pisaban mientras se reían por el sonido que producía su débil cráneo contra el piso. Los pensamientos seguían en pie al ritmo de sus convulsiones y las risas eran la melodía que guiaba esta sinfonía de lo inhumano.
Pobre taciturno, le han quitado las alas, las hormigas se han tragado lo que quedaba de su existencia, su cráneo partido en dos muestra los atributos de su sangre. Ya no puede más, las larvas se incrustaron en sus ojos, su carne putrefacta se volvió su único rastro de vida.
-¡No era su culpa!, ¡no era su culpa!-
Gritaban de dolor las flores caídas.
Un juego, una cruel idea implantada por un niño.
Una tortura, la atroz sombra de la naturaleza humana.
—000—
“Ahuecar el alma” Alondra Díaz Franco, Licenciatura en Letras Hispánicas, cuarto semestre. Correo: alodiazfranco19@gmail.com
Y si me encuentras perdida
débil y desolada, tómame con cuidado,
cántame una canción de cuna, llévame a
lo frondoso, entre la arboleda,
muy cerca del claro,
en donde caigan atisbos de luz
y pueda oír a las aves cantar.
Recuéstame sobre la tierra
con mucha suavidad
y cúbreme el cuerpo de hojas
y de flores silvestres
y permíteme llorar
hasta humedecer la tierra
y las hojas y las flores
y mi dolor pueda culminar.
No me dejes sola,
sólo espérame más allá,
acompáñame desde la distancia
que así podré reconocer y soltar;
allí no habrá peligro,
sabrás que es mi hogar
y piénsame envuelta en luz,
bañada en fortaleza.
Calmada de valentía,
adornada en bondad,
y acaríciame con el corazón,
que lo sentiré piel adentro
hasta calar mi espina dorsal,
y observa cómo de a poco
mi cuerpo recupera su fuerza,
mis ojos recuperan su enfoque
mi mirada recupera su brillo
y mis manos con ternura te empiezan a buscar.
Ahí, recostada entre los pinos,
escoltada por las aves y contigo, te prometo que no habrá
eterna tempestad.
—000—
“Arena envejecida” Mónica Boeta Franco, Licenciatura en Artes Escénicas: Actuación, segundo semestre. Correo: boeta13mon@gmail.com
Caminé a tientas, tratando de encontrar
allá donde el tiempo no respira.
Seguí las estrellas, llorando en altamar
por ahogados en olas de ira.
Caí en avernos ardientes.
Caí en habernos ardientes.
Caí al vernos ardientes.
Supuse que el cielo no era mi lugar
decidí acampar en el desierto,
Ahuyenté ánimas que rogaron entrar,
negando a la muerte todo lo cierto.
Sangre en carencia.
Alma en demencia.
Sueño en ausencia.
De tres azucenas que pude sembrar
regué con mi cuerpo campos enteros.
En la caña de azúcar pude escuchar
cuentos de dioses aventureros.
Fue un sol oculto.
Fue un solo culto.
Fue un solo oculto.
Llegó el ocaso en un palpitar
estaba desnuda y arropada.
La luna nunca dejó de brillar
con la tierra a mi piel abrazada.
Serena en calma.
Ser en calma.
Ser en alma.
—000—
“El día después de ti” Luis Felipe Velázquez López, Ingeniería en Sistemas Computacionales sexto semestre. Correo: luisfevelaz00@gmail.com
El paisaje del día vuelve
las horas pasan en serie
una tras otra me recuerda
que ya no estás aquí
El sol se ilumina al verme
las hojas veo caerse
encuentro en ellas tu belleza
pues ya no estás aquí
La música encontró refugio
en mis latidos y los tuyos
los compases se debilitan
pues no te tengo aquí
Te encontré en lo más pequeño
en mis afanes pasajeros
en la inocencia de mis deseos
y tú no estás aquí
—000—
“Lately” Aranza Núñez Vilchis, Licenciatura de Psicología, segundo semestre. Correo: aranzanunezv@gmail.com
Nuevos vientos
Un frente frío
Es pequeño
Me advierto
Realidad y fibras
Las he combinado
He jugado un poco
Y todo se cruza
Me lleva
Doy vueltas
Me pierdo
Escupe
Me dejo
Voy devuelta
Círculo vicioso
Con salidas de emergencia
Es correr hacia la esquina
Giro y me puedo ir
Divagando
Me alejo
Tintineos
Atenta escucho
Bailo un poco
Me relajo
Nada aparente sucede
Son los rincones
Coloridos y divertidos
Es bueno, fue suficiente
Hasta luego, llegó mi tren.
—000—-
“Eso del amor” Carlos Humberto López Lariz, Maestría en Biotecnología Vegetal, área Biotecnología Vegetal o Toxicología. Correo: carlos_humberto@live.com.mx
Qué es eso del amor…
Clemencia caprichosa de un corazón joven, arma de doble filo,
lista para ser blandida en almas malaventuradas,
caricia de atardecer sobre la piel,
frialdad de ultratumba y perdición del hombre que,
en su pasado ha de encontrar las penurias que a su espíritu amargan y a su corazón deshace, sepultado o no, mi corazón, mi amor se integrarán a la dimensión del silencio,
Habrán de flotar y esquivar a las gotas de lluvia ácida,
que de las ventanas del alma, han de caer,
Porque si bien el amor es regocijo y gloria, también es una de las tantas jugadas de nuestra madre muerte. Cuidado.
—000—
“Un lustro” Nelda Galilea Pérez López, Estudios del Arte y Gestión Cultural, sexto semestre. Correo: rachel.monster247@gmail.com
Ha pasado la vida,
Han transcurrido los años.
Se perciben como décadas,
Pero solo son cinco.
Tránsito
Transitas
Las mismas calles,
Los mismos rincones.
Tarareamos las mismas canciones,
Narramos los mismos recuerdos.
Habito
Habitas
La ciudad no ha cambiado,
Sigue haciendo viento que chilla
Y sol que quema de la nada.
Son nuestras miradas
Las que ya no se encuentran,
Pero muy de vez en cuando
Llueven a cantaros e inundan todo,
Para después desaguarse por ahí.
Justo como la ciudad.
—000—
“Agora” Adán Brand, Licenciado en Letras Hispánicas (UAA]) y Maestro en Lingüística Aplicada (UNAM).
Recorriste las aguas de tu miedo
y ahora estás aquí, en la otra orilla.
Mientras cede el cable de tensión
que supuso atravesar el río de asfalto
en tu pecio atroz de agorafobia,
siente cómo ahora el corazón
abre las velas de una balsa
y se cimbran otra vez tus nervios
en el muelle silencioso de este abrazo.
Nota cómo ahora te conviertes
y eres tú el río, eres tú las aguas
en que poco a poco me sumerjo.
Y soy yo ahora el que atraviesa
en la barca de mi propia desnudez
otro miedo, otra clase de ansiedad
que ahora dulcemente combatimos.