Universidad Autónoma de Aguascalientes

GALLOS CREANDO | La mañanita de San Juan (19 de noviembre de 1984)

gaceta uaa

Colaboración | Iván Yahir Gómez Mancilla, ingeniería en Computación Inteligente, tercer semestre

 

Cielo cálido, blanco y brillante, que se torna anaranjado a las orillas.

Es la primera vez que recuerdo poder delimitar las nubes, las estrellas y los vientos, todos caben en el sol.

Más allá, detrás del nuevo astro, no hay nada, pero la hirviente masa se inflama a temporal de segundos o incluso menos, algo más pequeño, más delgado que un momento.

Perdí los ojos, no puedo ver nada. Puede ser un eclipse, esos dejan ciegos.

 

Me queda mi oído, suficiente para encontrar un susurro lejano que se acerca y crece, como hace nada creció el cielo.

Dejó de ser suave, se convirtió en regaño y rugido. Grave, profundo, revuelve mi interior, se siente como marearse por dentro.

Azota como tromba y colecta a rastras lentas, pero de paso grande, aullidos humanos; la versión más animal y primaria de un lamento: la que necia a la muerte, gasta su vida en un grito.

Por cada muerto diez garras y por cada garra una herida en mi carne que rápidamente se rasga. Ninguna de las manos que lo intentaron lograron aferrarse a mí, al contrario, me llevaron consigo a pedazos.

 

El ardor de la flama lastima el frente de mi cuerpo, cuerpo que ya añora su carne. ¿Ahora que soy? ¿Espíritu? ¿Alma? ¿Mente? ¿Nada? Seguro Dios sabrá responderme.

Atravieso un muro con mi espalda, o el muro lo atravesó el que iba antes de mí, no sabría decirlo con exactitud. Sucedió muy rápido y ya no siento dolor.

Mis pulmones se quedaron atrás y alcanzo a ver mis ojos a unos metros de sus cuencas; mis pestañas empiezan a quemarse como lo hace la mecha que retarda una explosión: tomándose su tiempo.

 

Conozco la mano que me alcanza, es suave y tibia en el medio del infierno.

Tenía que ocurrir. El fuego alcanzó al golpe y sé que soy parte de la llama, pero no me quemo.

Bien podría dormir aquí. Es cómodo y familiar, familiar como vientre.

Hoy soñaré bonito, porque me contaron un cuento al oído; me dieron las buenas noches y dijeron que dormiría bien la luna larga, a pesar de que apenas salió el sol.

«Sueña con los angelitos»… escuché.