Universidad Autónoma de Aguascalientes

Primer lugar: «Caso cerrado»
Por Daniela Alanís Hernández, estudiante del noveno semestre de la Licenciatura en Letras Hispánicas

¡Orden todos en la sala!
El juicio va a comenzar.
Tome asiento la Calaca
y el que acusa ¡hable ya!

—Somos muchos, señoría,
como puede comprobar.
¡Esa loca no medita
a la hora de matar!

—¡Por edad no discrimina!
—¡Rico o pobre, le da igual!
—Desde México hasta China,
¡eso es lesa humanidad!

—Exigimos, señoría,
a la Parca fusilar,
pa’ que así se haga mansita
y la Tierra viva en paz.

—¡Ora, ora! Embusteros,
ahora viénenme a culpar.
Si la mala soy del cuento,
¡qué será la sociedad!

Grasas, dulces y refrescos;
balas, drogas o un puñal…
Si desean seguir viviendo
¡hagan que se note más!

“De algo me he de caer muerto”,
dice aquí un viejo refrán.
Yo nomás el alma llevo,
de su cuerpo, usted sabrá.

Bien ha dicho, doña Flaca.
Se le otorga libertad.
Los demás ¡vivan con calma!,
pa’l panteón no visitar.

 

Segundo lugar: «Celosa Flaca»

Por: César Andrés García Romero,  alumno del séptimo semestre de Letras Hispánicas 

Llegó temprano la muerta,
buscaba la carne fresca,
ya lista su bolsa y cesta,
¿La Posta estará abierta?

Sentada en la infoteca,
anda buscando a quien peca,
hundidos en el vicio,
por La Gula y su servicio.

Anda detrás de humanistas,
abogados e ingenieros,
no quiere irse en ceros
y crean que ya no exista.

La UAA reluce vida,
la catrina está celosa,
se pone triste y decaída,
si piensa que la olvidan.

¡Ay! Huesuda no te agüites,
por tu figura te aprecio,
por Posada te recuerdo,
nunca olvidamos que existes.

 

Tercer lugar: «Victoria hacia la muerte»

Por: Oliver Lisandro Ramos Montoya, alumno del cuarto semestre de la carrera de Psicología

Buscando reconocimiento
Vivía ansiosa la muerte
Con exceso de sufrimiento
Y lamentos por su suerte.

Una idea llegó al instante
Sobre un concurso literario
De una escuela importante
Y un título extraordinario.

Trabajó con métrica y rima
Para la victoria alcanzar
Con sangre sudor y lágrima
Su trabajo iba a detallar.

Quedando todo desvelado
Al final había concluido
Para el gran día esperado
Presentando su verso fluido.

El jurado quedó asombrado
Más la muerte tenía un problema
De la escuela no había formado
Quedando fuera su poema.

La muerte dijo con frustración:
“Acabó ya la competencia
Sus huesos para mi colección
Y el premio para mi complacencia”.

 

 

Mención Honorífica: «Ecos de Catrina»

Por: Ángela Palacios González, alumna del primer semestre de Médico Cirujano

En este pasillo oscuro de la vida,
una Catrina danza con sutileza,
y con su sonrisa muerta, divertida,
celebra la muerte con mucha certeza.

Vestida de blanco, su bata brillante
recuerda los cuerpos, los días de gloria.
Con estetoscopio, mirada distante,
escucha latidos, murmullos de historia.

Los libros de patología reposan;
ojos que estudian son manos temblorosas.
En cada página, secretos se posan;
sabe que en la muerte son vidas curiosas.

Pero la Catrina, en su andar elegante,
bien sabe que en la ciencia hay magia y razón,
que el arte del sanar, su esencia brillante,
es un puente eterno que une corazón.

Los días son largos, las noches, un duelo;
en ésta, risas y llantos se entrelazan.
Y con cada herida, un reto, un nuevo anhelo;
la vida y la muerte en conjunto se abrazan.

Así, Catrina, yo hoy te invito a este baile,
donde el médico y la muerte son amigos.
En este ciclo eterno del alma y el aire,
celebramos la vida, sin enemigos.

 

 

Mención honorífica: «La Catrina europea»

Por: Leo Emmanuel Martínez González, estudiante  del séptimo semestre de la Lic. en Letras Hispánicas 

¡Ay!, regresó la Catrina
de su viaje por Europa,
sintiéndose de otra patria
gracias a su nueva ropa.

No aceptaba más Huesuda
ni Calaca y menos Flaca;
quería Miss o Madame
o gritaba como urraca.

El primero de noviembre,
con gabardina de Prada,
embalsamada en Chanel,
se ostentaba refinada.

Se paseaba del brazo
de un extranjero estirado;
se olvidó del xoloitzcuintle
por un poodle mal pelado.

¡Ay!, lloraba la Catrina
por su cobarde galán,
quien al ver el camposanto
dejó de ser un donjuán.

Dos botellas de tequila,
sola, bebió en caballitos,
pues ambos, varón y perro,
escaparon dando gritos.

Para alegrarla, unas almas
compartieron sus ofrendas,
y el mole de guajolote,
devoró sin reprimendas.

Dejó diamantes y perlas
camino hacia el panteón,
y entonada gritó, “¡Somos
calaveras del montón!”