¿Te interesa conocer más sobre la UAA? Encuentra información sobre nosotros y nuestra historia. ¡Escríbenos!
Complementa tu formación con nuestras opciones de pregrado y posgrado, cursos de extensión académica, diplomados y cursos de idiomas que tenemos disponibles para ti.
Anímate a convertirte en uno de nuestros estudiantes. Encuentra información sobre nuestros servicios, oferta educativa y procesos de admisión.
Infórmate acerca de todos los beneficios que te ofrece la UAA, como las instalaciones y servicios, oferta educativa, deportes y alternativas de apoyo.
Atrévete a expandir tus horizontes y ampliar tus conocimientos al estudiar fuera del estado o del país. ¿Estudias en otro lado y te interesa venir de intercambio a nuestra universidad? ¡Infórmate aquí!
Porque el proceso de aprendizaje nunca termina, infórmate acerca de los servicios y opciones que la UAA tiene para ti. Conoce más acerca del apoyo y las convocatorias disponibles.
Da clic aquí y encuentra información sobre los servicios que ofrecemos como la Bolsa de Trabajo Universitaria o la Unidad de Negocios, así como eventos y convocatorias.
Entérate de las noticias más recientes e importantes de nuestra universidad.
Primer lugar: La Patria se deshizo semejante
Frank Alejandro Montelongo García
Maestría en Investigaciones Sociales y Humanísticas, 3° semestre.
cuando la casa su tibia, hilandera intimidad defendía,
cuando aún cernía fuera su acecho talar y resonante
aquello en que ahora se han transustanciado puertas y ventanas
Octavio Smith
I
¿Qué ciudad se asemeja a esta ciudad?
Meridiano de dioses inventados.
Yo escapaba de ti, de tus costados
bebía el ángel sangre y soledad.
La noche maquillaba su verdad,
muchacha buena de mirada exacta.
Los cuerpos se fundían. Lumbre intacta.
La patria nos negaba humanidad.
Devuélveme su cuerpo, ese detalle
que la resaca borra decidida,
ciudad efervescente, irrepetida.
Pero también la estrella y la cordura.
(A veces suelo andar la misma calle)
Era la noche un monstruo en desventura.
II
La patria se deshizo semejante
a un cielo despejado cuando llueve.
La soledad del otro, la aguanieve
que hechiza la ventisca delirante
convoca al animal de paso leve,
el que trae noticias de la nada.
Mi madre se disfraza de estocada,
de paraíso enamorado y breve.
Agrieta, espiga inesperada, el muro.
Apaga, sangre de la estrella, el canto
que sucesivo inflama un ciclo oscuro.
Donde la patria enajenada alienta,
se ha tornado un espejo de mi llanto,
madre, tu cabellera cenicienta.
III
¿Qué oleaje perdido, qué universo
moldea las visiones de mi raza?
El aire de los dioses nos desplaza
y entierra en la razón un sol disperso.
Qué de botes, marismas, cuerpo terso
de un ahogado senil y agradecido.
Su rostro es la divisa, el desprendido
corazón del héroe y su reverso.
Imagen de un país que resucita
en playas de alquiler y luz escrita
y se canta a sí mismo, hipnotizado,
un náufrago inclemente despedaza
al hombre que fui cuando a mi casa
la muerte aún no la había visitado.
Segundo lugar: Constelación
Jorge Francisco Palacios Rodríguez
Artes Cinematográficas y audiovisuales, 8° semestre.
Evaluó cada cicatriz en mi abdomen, tratando de descifrar el acertijo que oculta el rumor de los colibríes. En lo profundo de la constelación de heridas, una vez lograda la configuración deseada, beberán el secreto en mi interior.
Tercer lugar: Hablemos
Ivan Yahir Gómez Mancilla
Ingeniería en Computación Inteligente, 3° semestre.
Está bien, hablemos por última vez. Por última vez o por primera, según cuándo consideres que terminó nuestra plática.
Hablemos de nuevo, sentados y de frente. Ya no tomados de la mano, ni jugando con ella en la pierna ajena para aliviar los nervios; el contacto físico, dadas las circunstancias, no sale sobrando, pero si estorba.
Concentrémonos en fingir la voz y no doblegarnos, ante el evidente, pero bien escondido, ímpetu de volver a llamarnos tiernos. Mantengamos la barbilla alta, pero la mirada baja, como queriendo convencer al otro de que nuestra barbilla está más alta que la suya, sin tener el valor para poder mirar a los ojos y descubrir en ellos lo ya descubierto: nostalgia.
Digamos verdades tan crudas que incluso a quien las diga reprochen. Digámonos que ambos amamos, pero nunca ninguno se sintió amado. Digamos que extrañamos, pero que nunca volveríamos y que, si alguna vez volvimos, fue un error. Pero aún peor: que si alguna vez se buscó volver a intentarlo, no fue por el otro, sino por el bien propio. Digamos finalmente que simplemente se vivió mal… De lo peor.
Y así, por fin desahogados, solo falta solucionar quién preguntará si puede acompañar al otro a su casa.
Un paso y luego otro. Y bajo cada paso nuestro último pedazo de amor propio.
Pero bueno, ya volveremos a hablar por última vez.