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PDF | 144 | Hace 4 meses | 19 julio, 2024
Dra. en Admón. Sandra Yesenia Pinzón Castro
A raíz del Primer Foro Regional de Propuestas Tecnológicas Inclusivas, que se llevó a cabo a principios de este mes en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, surgió esta reflexión que, aprovechando este espacio, quisiera compartir con ustedes:
La inclusión es uno de los conceptos que en los últimos años ha generado más interés, porque ahí se han anclado algunas de las luchas más importantes por los derechos humanos. Cabe decir que, como concepto traído hasta hace muy poco a las mesas de reflexión y discusión, todavía se siente demasiado amplio, o al menos da para abordar una serie de temáticas diversas y diferenciables entre sí.
En el campo de los hechos, para algunos defender la inclusión puede consistir sobre todo en un cambio en la forma de hablar: se trata introducir pronombres, así como vocales y signos alternos en sustantivos y adjetivos, a fin de ampliar el abanico de las identidades personales reconocidas.
Para otros es algo que tiene más cercanía con la defensa de las igualdades sustantivas, con la generación de leyes que posibiliten lo anterior, y con el impulso a cuotas de género en la administración pública. Es decir, tiene más que ver con la búsqueda de un piso parejo para todos y todas.
Finalmente, para otras personas, buscar la inclusión trasciende las dos visiones anteriores, y esto por el innegable hecho de que las y los excluidos de la sociedad pueden serlo por muchísimas razones, no necesariamente asociadas a su género o su sexualidad. Es cierto que una visión como esta hace más ardua la tarea de conseguir que todas las personas se sientan incluidas, pero también es verdad que su amplitud hace justicia plena a lo que significa inclusión:
Las y los débiles visuales, los sordos, quienes tienen alguna discapacidad motora o cognitiva, quienes carecen de alguna parte de su cuerpo y quienes presentan diversos trastornos psicológicos, sin mencionar otros casos igualmente importantes como las personas indígenas que no hablan español, se enfrentan todos los días a un mundo mayoritariamente diseñado para hacer como si importaran menos o no existieran.
En lo general, el diseño de las ciudades y los avances tecnológicos que salen al mercado se enfocan en mujeres, hombres y personas de diversa identidad que tienen en común el conocimiento de la lengua dominante, así como el goce pleno de sus sentidos, capacidades de comprensión y uso de extremidades. En este contexto, la primera tarea de quienes nos preocupamos por la inclusión debe ser la de darles a quienes no tienen estas ventajas las infraestructuras urbanas y tecnológicas que les permitan desplazarse, asociarse, competir y, en una palabra, habitar el espacio y comprenderlo con una comodidad semejante a la del resto del mundo.
Es fundamental que esta visión y estas tareas encuentren resonancia en las instituciones públicas de investigación y de educación superior, porque es en estos sitios donde pueden plantarse semillas de cambio a largo plazo: por ejemplo, la preparación de las siguientes generaciones de urbanistas, ingenieros civiles y arquitectos, puede propiciar una manera distinta de plantear las casas habitación, los edificios públicos y el diseño de parques, calles y avenidas, de tal manera que se piense siempre en los peatones y en las personas con alguna discapacidad motora, visual o auditiva. Este es solo un ejemplo de muchísimos que se pueden dar, donde las universidades pueden ayudar a marcar una diferencia positiva.
Como sabemos, lograr estos cambios requiere de una concientización general, y los centros educativos son el mejor espacio para hacer esta labor. Por ello, nos parece muy importante que existan iniciativas como el Primer Foro Regional de Propuestas Tecnológicas Inclusivas, donde el humanismo y la inclusión pueden llevarse a otro nivel, de mucho mayor amplitud, empatía y resonancia.
Es claro que todas y todos tenemos mucho que aprender y, sobre todo, mucho que hacer para construir un mundo verdaderamente incluyente, donde no haya nadie que se sienta excluido. Este es solo un pequeño paso, pero uno significativo.
Quiero concluir dando las gracias a quienes trabajan en el diseño de iniciativas que buscan una inclusión amplia y sustantiva, e invitar a todos a que participemos con entusiasmo y con un compromiso sincero por hacer de esta una mejor sociedad.