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PDF | 650 | Hace 1 año | 23 junio, 2023
Dra. en Admón. Sandra Yesenia Pinzón Castro
El lunes de esta semana, la Benemérita Universidad Autónoma de Aguascalientes cumplió 50 años de haberse concebido. En correspondencia con una efeméride tan importante para la entidad, ese día realizamos un acto solemne con la develación de una placa conmemorativa para recordar los nombres de la Junta Directiva del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología que, el 19 de junio de 1973, votaron de forma unánime a favor de que dicho instituto se transformara en universidad. En el evento de celebración que llevamos a cabo, tuve la oportunidad de dirigir unas palabras a la comunidad; palabras que hoy quiero compartir con todos ustedes a través de este medio. Espero que el mensaje sea de su interés:
A mediados del siglo XIX, mientras en el territorio nacional se vivían momentos de enorme inestabilidad, enmarcados por guerras internas y externas con connatos de invasión, en el centro del país un pequeño grupo de personas guiadas por el Coronel Jesús Gómez Portugal -gobernador de Aguascalientes- externaban su preocupación por la falta de opciones educativas para la población.
Para estas personas, forjadas mayoritariamente en escuelas básicas y seminarios, o en el duro troquel de instituciones castrenses, preocuparse y ocuparse de cambiar la historia de un terruño tan pequeño, a través de la educación, debió constituir uno de sus más peculiares y bellos actos de generosidad y de heroísmo.
Gracias al registro de las palabras del Coronel durante la inauguración de la flamante Escuela de Agricultura, hoy sabemos que se enfrentó a muestras de indiferencia y a intereses políticos que veían alevosas ventajas en la ignorancia de la sociedad y en la obstaculización del progreso. Contra todo, el primer centro de instrucción secundaria del estado pudo hacerse realidad.
El paso de los años trajo nuevas necesidades y búsquedas para apuntalar la educación en Aguascalientes. Estos cambios se vieron reflejados en el nombre de nuestra casa de estudios. Así, la Escuela de Agricultura fundada en 1867, pasó a ser el “Instituto Científico y Literario”; luego, el Instituto de Ciencias y, en 1942, en el marco de un esfuerzo en el entorno nacional, a fin de blindar a las instituciones educativas de los intereses políticos, se logró la conquista de la autonomía.
Treinta y un años después de aquel segundo parteaguas en la historia educativa de Aguascalientes, un grupo de académicos y humanistas, coordinados por el Contador Público don Humberto Martínez de León, tuvieron la generosidad y visión de concebir la primera universidad pública de nuestra entidad, mediante la transformación del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología… En el discurso que pronunció un día como hoy -pero de hace medio siglo- quien se convertiría en nuestro primer rector envió un mensaje en clave, al referirse a los que se empeñaban en afianzarse a viejas estructuras y a quienes, aunque de palabra se decían apóstoles del desarrollo social, en los hechos se mostraban medrosos y críticos ante la audacia de los cambios.
¿En qué perjudicaba -en 1867- que Aguascalientes tuviera su primera escuela de instrucción secundaria? ¿Cuál podría ser el problema décadas después, de adquirir autonomía? ¿Y por qué se presentaría resistencia a la fundación de nuestra primera universidad pública hace cincuenta años? Podemos atisbar algunas causas en común: la mezquindad, las envidias y, principalmente, la resistencia al cambio, porque el cambio en estos casos confronta viejas ideas, compromete intereses particulares y desnuda -cuando lo hay- el abuso o la apropiación indebida de las estructuras sociales y las instituciones públicas, para fines privados o personales.
Afortunadamente, nuestros fundadores fueron seres tenaces que convirtieron las reticencias en motivos para seguir empujando hacia delante. Así, como hemos visto, nuestra casa de estudios fue tomando forma poco a poco hasta que, finalmente, en febrero de 1974 se promulgó y publicó la Primera Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Desde ese tercer parteaguas, la universidad le ha dado a la región muchísimos frutos y beneficios, no solo a través de sus casi cien mil egresados -que hoy son la columna académica, artística, cultural y laboral de esta entidad- sino también mediante todos los productos y servicios que ofrecemos, destinados a mejorar -directa e indirectamente- la calidad de vida de las y los aguascalentenses…
Al recordar todo lo anterior desde una perspectiva ya bastante lejana a los hechos, ocurre el extraño efecto de que sentimos la historia universitaria como un trayecto sencillo y sin dificultades; como una obra destinada a hacerse grande en un suspiro y sin mayor esfuerzo de su comunidad. Pero lo cierto es que, así como nuestros fundadores dejaron en sus palabras señalamientos de denuncia contra quienes entonces apostaron por su fracaso, estoy segura de que cada rector que me precedió podría hablarnos largamente de dificultades y retos similares. Recuerdo de manera particular, las fuertes palabras de don Alfonso Pérez Romo -otro de nuestros más grandes universitarios- cuando denunció que en su gestión distintos grupos buscaron comprometer la autonomía y viabilidad de esta casa de estudios.
La historia tiende a repetirse y -en mayor o menor medida- cada administración tiene la encomienda de proteger a la universidad de quienes pretenden vulnerarla o desprestigiarla. Defenderla con el trabajo honesto y entregado, desde donde hemos abonado al desarrollo regional y nacional con decenas de miles de profesionistas formados integralmente, pero también con patentes, obras artísticas, nuevos conocimientos, productos, servicios y fuentes de empleo o de bienestar de muy diversa índole.
Es necesario puntualizar que las victorias del pasado no aseguran triunfos ante los retos actuales ni ante batallas posteriores. Por eso, a quienes hoy nos toca llevar a buen destino nuestra querida universidad, también nos corresponde dar todo lo que esté en nuestras manos para enfrentar los retos, ataques y problemas que se nos presenten. Actuar -cada uno desde su trinchera- a fin de fortalecer a este invaluable patrimonio y pilar educativo de Aguascalientes.
Nos corresponde levantar la voz para denunciar y combatir la desinformación, el denuesto a la universidad, y la injusticia que representa el ignorar de todo el bien que hacemos a la entidad, a través del enorme esfuerzo de nuestros estudiantes, docentes, administrativos y egresados.
Por todo lo ahora dicho, en el aniversario del medio siglo de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, hago un llamado a los casi cien mil egresados y los 24 mil integrantes de la comunidad universitaria a que defiendan con orgullo y agradecimiento a esta institución que les ha dado tanto, y que se brindado por entero a la sociedad. Caminemos hacia adelante con seguridad, con pasión, ética e inteligencia. Y a través de nuestro trabajo y nuestra voz, mostremos por qué nuestra casa de estudios es y seguirá siendo una luz que ilumina y guía ante la oscuridad.
En esa histórica sesión del Consejo Directivo del IACT, ocurrida el 19 de junio de 1973, se expresó que la superioridad radicaba en el servicio de los demás, y -siguiendo al filósofo Jesús Ortega y Gasset- se dijo también que la nobleza era la suma de obligaciones y exigencias que cada uno se impone, en una labor de humanismo, solidaridad y servicio.
La hoguera que se encendió en aquel momento -la llama de esa voz y esas palabras- continúa emanando calidez y luz con aún más fuerza que hace medio siglo. Ese fuego del humanismo, la generosidad y el conocimiento que fundó a nuestra universidad nos invita hoy a que repliquemos en nosotros el espíritu universitario:
Seamos entonces superiores, pero a través del servicio; nobles, a través del trabajo; luz y conflagración de relámpagos, a través del conocimiento. Seamos fuentes de cambio y de progreso. Seamos orgullosos estudiantes, docentes, administrativos y egresados de la Benemérita Universidad Autónoma de Aguascalientes. Se Lumen Proferre.