Francisco Javier Avelar González
El lunes de esta semana, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes realizamos una ceremonia de Honores a la Bandera, precisamente con el objetivo de celebrar a nuestro lábaro patrio. Durante el evento tuve la oportunidad de dirigir un mensaje a la comunidad universitaria, que hoy quisiera compartir con ustedes, en el entendido de que la Bandera Nacional es uno de los símbolos más importantes en la construcción de nuestra identidad colectiva. Transcribo a continuación dicho mensaje:
Dos características que compartimos los seres humanos son, por un lado, nuestra necesidad de pertenecer a una comunidad y sentirnos parte de ella; y por otro, nuestra alta capacidad de generar símbolos, que no sólo utilizamos para comunicar pensamientos y emociones, sino para mostrar afinidades y diferencias con quienes nos rodean. Además de la lengua o las lenguas que nos han transmitido nuestros mayores, también nos define nuestra manera de vestir, los colores y las modas que preferimos, así como los accesorios que portamos. Las personas construimos nuestra identidad a través de símbolos; sin ellos, sería muy difícil entender y reafirmar el lugar que ocupamos en cada uno de los contextos sociales en que nos desenvolvemos.
En el plano colectivo, dos de los símbolos identitarios más importantes son el escudo y la Bandera Nacional. A través de ellos, somos capaces de desarrollar un sentido de pertenencia, de unidad y de amor a un territorio y al conjunto de personas con quienes lo compartimos. Desde tiempos inmemoriales, a lo largo y ancho del mundo, los blasones, estandartes y los escudos de armas han servido a diversas colectividades para unirse y trabajar solidariamente por una causa en común. Estos símbolos funcionan como fuertes recordatorios de que, sin pertenecer a un grupo, quiero decir, sin integrarnos plenamente a una sociedad, nuestro ser y quehacer como personas puede llegar a perder su sentido. Somos seres gregarios, interdependientes, que sólo en conjunto hemos logrado progresar como especie y construir estados de paz, de desarrollo y de derecho.
El sábado anterior celebramos el día de nuestra bandera. Valdría la pena recordar, aprovechando esta conmemoración, que se instituyó el 24 de febrero como la fecha oficial para reflexionar sobre este símbolo, porque fue un 24 de febrero de 1821 cuando Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala, que a la postre nos daría la Independencia y, con ello, iniciaría la historia de nuestro país, ya no como una Colonia Española ni tampoco como la monarquía de alguna de las civilizaciones originarias conquistadas siglos atrás; sino como una nación nueva, que buscaba hacer su propia historia como fruto y síntesis del encuentro de distintas sociedades europeas y americanas; es decir, del conjunto de reinos unificados bajo la bandera española y del complejo conjunto de naciones precolombinas.
Los tres colores de nuestro lábaro patrio también surgen en este periodo histórico. La primera Bandera Nacional que portó el verde, blanco y rojo fue utilizada por las tropas de José María Morelos y Pavón. Años después, la fuerte significación que ya habían adquirido estos colores, como símbolos de los ideales insurgentes, llevaron a Iturbide a usarlos para la bandera del ejército Trigarante. En aquella época, estos tonos representaron las tres garantías proclamadas en el Plan de Iguala: Independencia, Religión y Unión. Los diseños posteriores de nuestra bandera conservaron aquellos colores como elementos simbólicos, pero su significado fue cambiando, conforme fue modificándose también nuestra idea de nación. En la actualidad, parece haber un consenso generalizado en que el verde representa la esperanza y la libertad; el blanco la pureza de la patria y la paz; y el rojo el sacrificio, la valentía y la sangre de los héroes nacionales vertida en los campos de batalla.
También fue en 1821 cuando por primera vez se integra al estandarte patrio la imagen del águila posada sobre un nopal. Con este lábaro, conocido como la Bandera del Imperio de Iturbide, se hacía un claro reconocimiento a las narraciones fundacionales de los primeros pobladores del Valle de México.
A través de los años, el diseño de nuestra bandera y la significación de los símbolos subsumidos en ella han ido cambiando; sin embargo, ha permanecido en este emblema la síntesis de aquello que hoy día continúa dándonos identidad colectiva; una clara idea de nación. La Bandera Nacional es un símbolo que debe recordarnos nuestra naturaleza ecléctica; que debe hacernos reflexionar que somos fruto del encuentro de culturas diversas y que, a partir de este diálogo genético, filosófico, artístico y cultural, hemos sabido encontrar unión, pero también una idiosincrasia propia, distinta e independiente de las demás naciones.
En este sentido, las distintas banderas nacionales que se han alzado a lo largo de la historia ―desde el primer estandarte que usó don Miguel Hidalgo, hasta el lábaro patrio que hoy nos convoca― representan el esfuerzo permanente por encontrar un símbolo de unidad e identidad en una sociedad compleja, que reúne las más diversas geografías, lenguas, orígenes, fisonomías, creencias y cosmovisiones. La enorme complejidad de nuestra nación debe hacernos comprender que el proceso de síntesis cultural siempre estará inacabado, porque sólo un proceso permanentemente abierto será capaz de encontrar la unión en la diversidad y la integración entre culturas, aun reconociendo y honrando nuestras diferencias. Celebremos pues a nuestra bandera, y recordemos, a través de ella, que somos una gran nación, por la que vale la pena esforzarse cada día.