Francisco Javier Avelar González

Este domingo concluye una edición más de la Feria Nacional de San Marcos, la cual se ha llevado a cabo de manera ininterrumpida desde 1828 (aunque en 2009 sólo duró diez días debido a la amenaza de una pandemia por influenza). Como queda plasmado en archivos y documentos históricos, originalmente esta feria no se realizaba en abril, su corazón no era el atrio del templo de San Marcos, ni este último era su patrono. Más bien esta fiesta fue ideada como un evento de exhibición de mercancías diversas, planeada para realizarse durante el mes de noviembre de cada año en un recinto construido para tal propósito: el Parián.

En 1942 la feria fue trasladada al jardín de su actual santo patrono y, por la misma razón, se estableció abril como el mes para llevarse a cabo. Desde entonces, año tras año a las exposiciones de mercadería diversa (ya de textiles, alimentos, ganado o artesanías) se le fueron sumando otro tipo de actividades de esparcimiento. Sin entrar en detalles anecdóticos o históricos, podemos decir que después de 190 años de transformaciones y crecimiento, hoy contamos con la feria más importante en el plano nacional. Esto no se debe a la enorme afluencia de personas de otras ciudades y naciones que vienen cada año a visitarnos por estas fechas; sino más bien a la gran cantidad de actividades de muy diversa índole, que se han conjuntado de manera adecuada y que ofrecen un amplísimo abanico de posibilidades para visitantes locales y foráneos.

Además de las exposiciones de ganadería, de productos artesanales e industriales, o de los espectáculos nocturnos, el casino, el palenque y el serial taurino, la Feria Nacional de San Marcos ha hecho de la difusión de las artes y la cultura uno de sus principales ejes: en esta celebración se conglomeran conciertos y producciones de raigambre como el Ferial, festivales culturales y certámenes importantes como el de Traje Típico y el de deshilados, o dos de enorme reputación nacional e internacional como el Encuentro Nacional de Arte Joven y el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (que este año cumple su quincuagésimo aniversario). En suma, esta feria no es una más, sino que puede tomarse como crisol y síntesis de la capacidad humana: de su esfuerzo y su inventiva; de su aspiración a la belleza y a las más refinadas expresiones artísticas; pero, por otro lado, también es capaz de reflejar la naturaleza milenaria de nuestra especie, en prácticas más bien controversiales o que, si nos descuidamos, pueden llevarnos a la desmesura o el exceso. En este sentido, algo queda de aquellos carnavales y fiestas de locos del medioevo, o incluso de las fiestas estacionales y religiosas de otras civilizaciones más antiguas.

La feria es atractiva y deslumbrante por su capacidad especular; porque logra reflejarnos bien por unos días en los que, dentro de su perímetro, suceden cosas lo mismo bellas que sorprendentes y -como ya he dicho- polémicas en más de un caso. Por eso, las tres o cuatro semanas que suele durar la verbena, se presenta una oportunidad de aprendizaje un tanto atípico, alejado de centros educativos y academias: en la posibilidad de ciertos excesos usualmente no permitidos, se cifra una enseñanza posible de mesura, de equilibrio y plenitud; en el carácter controversial de ciertos ritos y escenas pueden ocultarse perlas para la reflexión, el humanismo y la creación artística (esto último nos lo ha recordado con gran maestría Umberto Eco, con su Historia de la fealdad; pero también lo podemos ver en lienzos de gran técnica y belleza, como El gallero de Saturnino Herrán). Sin embargo, por su misma atipicidad, encontrar una enseñanza sutil o significativa en un evento tan magnífico y complejo como la feria se vuelve una labor de reflexión enteramente personal.

Estamos a tres días de concluir con la edición 190 de la feria de ferias, en la que muchos de nosotros participamos de una u otra forma. Si sabemos aprovechar las experiencias, buenas o malas, ahí vividas, sin duda podremos hacer una reflexión personalísima que nos permita entendernos mejor como individuos y como sociedad. En una ocasión anterior expresé en este espacio que nunca se deja de aprender ni de ser estudiante; me parece ahora que las circunstancias fuera de lo cotidiano pueden estimular esta capacidad que todos tenemos. Espero entonces que hayan vivido una experiencia segura y agradable en esta verbena, pero, sobre todo, que hayan tenido la oportunidad de aprender algo nuevo y benéfico para su crecimiento personal.

Nos vemos la semana que entra.