Francisco Javier Avelar González
Este martes la UAA celebró su 45 aniversario. En el acto solemne, donde se entregó un Doctorado Honoris Causa a Norma Romero, en representación de Las Patronas, tuve oportunidad de dirigir el siguiente mensaje a la comunidad hidrocálida. Lo transcribo a continuación para todos ustedes:
Un día como hoy, 19 de junio, pero de 1973, el Consejo Directivo del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología se reunió en una histórica sesión extraordinaria, en la que discutieron el proyecto, presentado por su rector, de transformar a dicha institución en universidad. La moción fue aprobada de forma unánime y enviada al Congreso del Estado, el cual vio con buenos ojos la iniciativa. Así, en febrero de 1974 se publicaría en el Diario Oficial la nueva Ley Orgánica de esta casa de estudios, mediante la cual terminaría de concretarse la metamorfosis: a partir de entonces nos convertiríamos en la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
En los albores de nuestra universidad, entre 1973 y 1974, la oferta educativa se constreñía a sólo un bachillerato y nueve carreras, que daban cabida a 1’300 estudiantes, formados por 150 docentes. En esa época bastaban 33 personas para realizar todas las labores administrativas de la Institución.
El día de hoy, a 45 años de distancia, nuestra casa de estudios ofrece dos programas educativos de bachillerato, 64 de pregrado, 15 de maestría, 10 de doctorado y 15 especialidades médicas. Nuestro capital humano también ha aumentado de manera exponencial: actualmente, nuestra comunidad está integrada por alrededor de 20 mil estudiantes, 2’400 docentes y 1’300 administrativos.
Este crecimiento no sólo es cuantitativo, sino cualitativo: el 96% de nuestras maestrías y doctorados están avalados por el Programa Nacional de Posgrados de Calidad del Conacyt, y el 44% cuenta con algún reconocimiento internacional. Diez de nuestras 15 especialidades están avaladas por CIEES y tres más por el PNPC del Conacyt. En lo referente a Pregrado, el 98% de nuestros programas evaluables tiene acreditaciones nacionales, otorgadas por CIEES o COPAES, y el 18% está reconocido internacionalmente.
El enorme esfuerzo intergeneracional gestado en nuestra casa de estudios, a lo largo de nueve lustros, ha permitido egresar a cerca de 45 mil profesionistas. Si a ello sumamos los estudios y los proyectos de investigación y de intervención con los que cada año damos respuesta a diversas necesidades del entorno y de la sociedad, podemos afirmar que la Universidad Autónoma de Aguascalientes es la institución educativa, artística, cultural, científica y social más importante del estado.
Justamente por el racimo de beneficios que -no sólo la nuestra- sino toda universidad derrama en las tierras en que se ha desarrollado, y porque entre esos frutos se encuentran ciudadanos que habrán de modificar el curso de la historia, ya sea de una empresa, una comunidad, un estado o un país entero… el núcleo, la raíz de estas instituciones educativas no puede remitirse solamente a una cuestión académica. Es la formación de personas -en un sentido integral- el centro y la columna, el eje y la piedra angular de toda casa de estudios…
“La búsqueda de una vida más humana -escribió Ernesto Sábato- debe comenzar por la educación”. Pues, ¿de qué nos serviría la acumulación de conocimientos, el espectacular avance tecnológico y científico, si al final del día esto no incide en nuestra capacidad de empatizar con nuestro hábitat y con las personas que están a nuestro alrededor? ¿Qué sentido tendría saber cada vez más, si el conocimiento técnico o académico no se acompañara de una profunda reflexión sobre la responsabilidad cívica y ética de nuestro ser y quehacer en el mundo?
Conocimiento y Humanismo deben ser -necesariamente- la trama y la urdimbre con las que formemos nuestro tejido social. Sin uno o sin otro, la tela se desvanece. Siguiendo esta metáfora, la Universidad debe fungir como el inmenso telar en el que este par de hilos se encuentren y entretejan para cobrar un nuevo sentido, un cauce y una razón de ser común: la formación de sociedades fuertes, sustentables, armónicas y justas.
Mas lo cierto es que, a pesar de que en ninguna época de la historia se habían acumulado tantos conocimientos como ahora, y nunca se había avanzado tanto en temas de tecnología y de ciencias (ya hablemos de física, genética, astronomía o de cualquier otra disciplina del saber humano), al mismo tiempo, el mundo contemporáneo vive un preocupante desequilibrio ecológico, económico y social.
Por ejemplo, de acuerdo con un estudio del Comité de Oxford de Ayuda Contra el Hambre (OXFAM), en la actualidad el 1% más rico de la población posee más capacidad adquisitiva que el resto del planeta. Además, ocho personas acumulan la misma riqueza que las 3´600 millones más pobres del mundo. Esto se traduce a que, quienes cuentan con mayor concentración de dinero tendrían que gastar poco más de un millón de dólares diariamente durante dos mil años, si quisieran agotar su fortuna. Simultáneamente, una de cada diez personas en el orbe sobrevive con menos de dos dólares al día.
En el mismo tenor, en septiembre del año pasado el Dr. Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud, declaró en la Asamblea General de la ONU que en la actualidad hay 400 millones de personas que no tienen acceso a los servicios sanitarios esenciales, y 100 millones se han sumido en la pobreza después de pagar tratamientos para recuperar su salud o la de alguno de sus familiares.
La pobreza, la hambruna, la insalubridad, las guerras, la inseguridad y la falta de oportunidades han provocado el aumento de las migraciones masivas, de gente que, desesperada por su situación, busca asilo o refugio en países extranjeros. De acuerdo con cifras de la ONU, entre el año 2000 y el 2015 estos éxodos contemporáneos incrementaron en una proporción del 41%.
Para 2015 ya eran 244 millones los migrantes en el planeta; la mayoría de ellos, etiquetados como ilegales, son -indudablemente- damnificados de un sistema económico voraz, que depreda los recursos del planeta para enriquecer a minorías privilegiadas.
Con el aumento de las migraciones también han florecido las muestras de indiferencia, racismo y xenofobia, sobre todo en zonas fronterizas y en las naciones donde confluyen grandes cantidades de refugiados e inmigrantes. Cabe preguntarse si este fenómeno poblacional no refleja la supeditación de los derechos universales del ser humano a intereses económicos y geopolíticos particulares.
El contraste entre nuestro desarrollo en ciencias y tecnología, con el desequilibrio en temas de igualdad económica, sanitaria, educativa y social… es un llamado implícito para que las instituciones públicas encargadas de la formación de nuevas generaciones hagamos una profunda reflexión y nos planteemos estrategias para ayudar en la erradicación de las problemáticas que he mencionado.
En la Universidad Autónoma de Aguascalientes somos conscientes de esta situación y de nuestra responsabilidad cívica y social. Por ello, en el marco de nuestro cuadragésimo quinto aniversario, el Honorable Consejo Universitario, representante de toda nuestra comunidad, tomó la trascendente resolución de otorgar un Doctorado Honoris Causa a un grupo de ayuda a personas en graves situaciones de vulnerabilidad.
Hasta el día de hoy, el máximo reconocimiento que nuestra institución otorga, cada cinco años, se había entregado a científicos, intelectuales y artistas cuya aportación en el campo del conocimiento y la educación fuera notable. Sin embargo, no se había puesto a consideración para este homenaje a ciudadanos u organizaciones con méritos extraordinarios de carácter humanitario.
El civismo, la ética y el humanismo de ciudadanos y organizaciones dedicadas a combatir las brechas de desigualdad mediante labores de apoyo y asesoría a los más vulnerables son, sin duda, enseñanzas ejemplares para el resto de la sociedad. Como institución educativa, cuya pretensión no se reduce a la preparación de profesionistas, sino a la formación integral de personas rectas, sensibles a las problemáticas de su entorno, entendemos como parte de nuestra responsabilidad destacar a quienes nos dan un ejemplo en esta tesitura.
Por ello, con un sincero sentimiento de admiración y agradecimiento, la Universidad Autónoma de Aguascalientes otorga el Doctorado Honoris Causa a la ciudadana Norma Romero Vázquez, en representación del grupo de ayuda a migrantes conocido como “Las Patronas”: mujeres de la comunidad de La Patrona (en Amatlán de Los Reyes, Veracruz) que desde 1995 han dedicado su vida a brindar agua, alimentos, hospedaje, servicios básicos de salud y asesoría a los inmigrantes centro y sudamericanos que diariamente atraviesan el país en los toldos de los vagones de La Bestia, tren cuyo destino es la frontera con territorio estadounidense.
Para esta casa de estudios, es un verdadero honor integrar a Las Patronas a nuestro claustro de académicos y renovar, a través del ejemplo que nos dan todos los días, los votos de humanismo que han distinguido a nuestra institución desde que fue concebida como universidad, hace 45 años…
Hace apenas unas semanas, el poeta chiapaneco Balam Rodrigo fue condecorado con el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, máximo galardón de este género otorgado en nuestro país. Su poemario, intitulado Libro centroamericano de los muertos, habla de los inmigrantes que perdieron la vida en el sur de México, en su intento por llegar a los Estados Unidos. Uno de los poemas está dedicado justamente a Las Patronas. Quisiera, para cerrar mi intervención, leer el final de ese poema:
“Tiritan los migrantes con tazas en la mano, / pequeñas hogueras de agua, velas de azúcar / para el camino. // Hablan poco, llevan los ojos a la tierra, / a sus grietas, y la ceniza escarcha / los pies con su nieve de maderas calcinadas. // Trepida el tren la tierra con sus pasos; / brama profundo, hace morir los restos del sol. // Dos nicas abren las pupilas como salvajes gatos: / “mañana subiremos a La Bestia, mañana”.
Estimada comunidad, ciudadanía: los invito a que la celebración de este simbólico aniversario de nuestra universidad y el solemne acto que nos congrega nos permitan reflexionar y sumar esfuerzos para combatir las brechas de desigualdad que aquejan a nuestro país y al mundo; que ese mañana que ilumina los ojos de los inmigrantes no se vea oscurecido por nuestro rechazo o nuestra indiferencia; que a la trama del conocimiento académico no le falte la urdimbre del civismo, la ética y la sensibilidad humanitaria.
No me queda más que reiterar mi reconocimiento y admiración a Las Patronas por su enorme labor, y felicitar nuevamente a nuestra comunidad por estos 45 años de vida universitaria. SE LUMEN PROFERRE