Francisco Javier Avelar González

La semana anterior, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes estuvimos de fiesta por diversos motivos; tal vez el evento más importante y vistoso que llevamos a cabo fue la tradicional Feria Universitaria, en la que toda la comunidad (docentes, investigadores, estudiantes y administrativos) sumó esfuerzos para mostrar el músculo académico, artístico, deportivo y social de nuestra máxima casa de estudios. Estoy seguro de que las más de 45 mil personas que nos visitaron se llevaron consigo una experiencia agradable y, en el caso de los aguascalentenses, una sensación de orgullo por contar con un instituto de educación superior como la UAA.

Además de la Feria Universitaria, tuvimos otros eventos significativos; de entre los cuales destaco tres: se llevó a cabo la vigésima edición de nuestra Feria del Libro, con una participación de un centenar de sellos editoriales, así como de diversos conferencistas y grupos artísticos; por otro lado, celebramos el décimo quinto aniversario de la Licenciatura en Nutrición y, finalmente, conmemoramos el cuadragésimo aniversario de la Licenciatura en Asesoría Psicopedagógica (aunque este no fue el nombre original de la carrera) e instauramos -en este marco- la Cátedra “Dr. Luis Manuel Macías López”, en honor al gran gestor y docente de esta casa de estudios.

Durante el evento conmemorativo de nuestros especialistas en la investigación de los procesos educativos y el desarrollo de mejores prácticas de docencia, se me invitó a expresar un mensaje al auditorio. Días antes, mientras preparaba unas cuantas líneas para este evento, con las que deseaba destacar el valor fundamental de esta carrera (que es, además, una de las más antiguas de nuestra institución), recordé que en marzo de 2017, durante la celebración del XXV Aniversario de la Maestría en Investigación Educativa, tuvimos también la oportunidad de reflexionar sobre los conceptos de aprendizaje y enseñanza, y la manera en que estos marcaron el desarrollo de nuestra especie.

Rescaté entonces algunas líneas de dicho mensaje para leerlas con los estudiantes y docentes de Asesoría Psicopedagógica, y pensé también que valdría la pena compartirlas con ustedes, con el fin de generar una reflexión conjunta y tal vez un diálogo posterior, si se llega a dar la oportunidad. Transcribo aquí el grueso de aquel mensaje, con algunas frases que he insertado para adaptar el texto a esta ocasión:

Uno de los procesos más importantes para el desarrollo de las personas, así como para su comunidad, es el aprendizaje. No hay manera de concebir la adaptación y el progreso de nuestras sociedades, si no es a partir de una continua adquisición e integración de conocimientos, que nos permitan responder de manera conveniente a las necesidades generadas por el entorno. Este proceso ha sido acompañado y potenciado por otro, de igual valía y similar objetivo: la transmisión generacional de ideas, técnicas, reflexiones, descubrimientos e, incluso, actitudes; es decir, la enseñanza: actividad distintiva de los seres humanos, por la cual hemos logrado el desarrollo cognitivo, social, artístico y tecnológico que nos separa del resto de las especies.

La educación, que comprende tanto la enseñanza como el aprendizaje, ha sido -y es- piedra angular de nuestro desarrollo como humanidad y, por lo mismo, tiene un papel de primer orden en las sociedades actuales, como lo ha tenido en muchas civilizaciones a lo largo de la historia. Justo por su importancia y sus enormes repercusiones, el tema de la educación y sus preguntas fundamentales ha sido abordado históricamente ya por filósofos, políticos e investigadores: ¿Qué enseñar? ¿Para qué? y ¿Cómo hacerlo?, pero también, ¿Cómo medir o determinar que, efectivamente, los estudiantes aprenden y nuestros procedimientos de enseñanza son los adecuados? Como el mundo y la relación que tenemos con él está en constante cambio, estas cuestiones no pueden resolverse de una vez y para siempre, sino que deben ser re-visitadas y vueltas a responder, según la época, el territorio y las necesidades contextuales.

Digo lo anterior con el objetivo de destacar la importancia del papel de los educadores en nuestra sociedad; pero sobre todo de quienes han dedicado su vida a reflexionar metódica y disciplinadamente acerca de este tema: los investigadores en educación equivalen al sextante y la brújula de este barco que llamamos sistema educativo; son quienes pueden darnos parámetros y guías sobre cómo hacer mejor la tarea de educar, enseñar o acompañar en sus procesos de formación a los niños y jóvenes, que a la vuelta de algunos años organizarán y gobernarán el mundo (y vendría muy bien que lo hagan mejor que nosotros).

México se enfrenta a la tarea de reflexionar sobre su sistema educativo para adaptarse a las revoluciones económicas, tecnológicas y comunicativas globales, pero sin perder de vista su propia realidad heterogénea y multicultural. En la búsqueda de este delicado equilibrio (que respete nuestra autonomía e idiosincrasia, pero que no se enclaustre en ellas, ni se abstraiga de las dinámicas y las relaciones multinacionales), adquiere un lugar preponderante la investigación pedagógica y el diseño de estrategias y programas educativos de gran envergadura, cuya visión no caiga en posiciones extremas de ningún tipo.

Sólo de esta forma evitaremos el riesgo de generar educación y conocimientos desconectados de la realidad (haciendo de las universidades burbujas desvinculadas del entorno e incapaces de responder a las necesidades de la población), o, en el otro extremo, de formar profesionistas automatizados e hiper-especializados en una actividad, pero con una cultura general, una capacidad crítica y un sentido humanista deficientes…

Cierro esta columna felicitando a nuestros especialistas en la materia, pues a través de los programas de pregrado y posgrado que conforman al Departamento de Educación, así como de los proyectos e investigaciones en las que constantemente están involucrados, han sabido ganarse el reconocimiento de las instituciones académicas federales más importantes del país e incluso de Hispanoamérica; entre ellas: los CIEES, el CONACYT, la SEP, el Instituto Nacional pala la Evaluación de la Educación y la Asociación Universitaria Iberoamericana de Posgrado.

Tenemos en puerta el reto de consolidar el desarrollo de México a través de una educación con mayor calidad y cobertura, y motiva mucho saber que investigadores de nuestra máxima casa de estudios pueden ser piezas importantes en un proyecto que involucra y beneficia a toda la nación. Esperemos que así sea.