Francisco Javier Avelar González

Hace unas semanas, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes llevamos a cabo el acto protocolario semestral conocido como “Ceremonia de Entrega de Títulos”, mediante el cual dimos por acreditados los estudios de todos los alumnos de licenciaturas, ingenierías, maestrías y doctorados que terminaron su programa educativo y cumplieron con los requisitos necesarios para titularse durante el primer semestre de 2018. En total, en esta entrega se recibieron 1355 nuevos profesionistas y posgraduados, quienes públicamente se comprometieron a ejercer sus carreras con ética, responsabilidad y humanismo, en aras de servir mejor a la sociedad.

Debo resaltar, en abono a la temática que transversalmente he abordado en diversos mensajes y columnas, que la eficiencia terminal y su concreción en los millares de titulados que egresan de nuestra universidad anualmente, son una forma de rendir cuentas; y no una cualquiera: cada nuevo licenciado, ingeniero, maestro o doctor formado por la universidad representa el ensanchamiento real de las posibilidades para mejorar el nivel de vida en nuestra entidad; representa el crecimiento intelectual y cultural de nuestra región vista como colectivo. Así, gobierno, empresas y sociedad se benefician directa o indirectamente cuando apuestan por el fortalecimiento de sus instituciones de educación superior. A contrario sensu, buscar su debilitamiento equivale a debilitar a la sociedad misma, ya en su calidad de vida, su nivel de conocimientos e incluso en su misma economía…

Como es costumbre, quisiera compartir con ustedes el mensaje que dirigí hace unos días a nuestros nuevos egresados. Lo transcribo a continuación.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, hace 20 años el número de estudiantes universitarios en el mundo era de 89 millones. Hoy, en cambio, hay aproximadamente 200 millones de personas matriculadas en alguna institución educativa de nivel superior. En términos absolutos, el tamaño de la población estudiantil actual, en este nivel, es del 224% con respecto a la registrada en 1998. De este gran total, 28 millones de estudiantes se encuentran en América Latina y El Caribe.

En lo que respecta a nuestro país, de acuerdo con datos del INEGI, en 1950 sólo había 29,892 estudiantes matriculados en este nivel educativo; al día de hoy se cuentan casi cuatro millones (130 mil por ciento más). Y en el caso particular de nuestra casa de estudios, la matrícula a nivel licenciatura ha aumentado en casi un 90% los últimos 20 años.

El aumento en la tasa estudiantil del orbe, y concretamente de nuestra región, es un fenómeno sin precedentes, en principio muy esperanzador pues implica la proliferación de personas formadas integralmente y capacitadas para realizar una gran diversidad de profesiones especializadas. Por otro lado, las mismas cifras suponen un significativo aumento en la competencia laboral y, con ello, la exigencia cada vez mayor de que los universitarios cuenten con una preparación de alta calidad académica, capacidad de adaptación y creatividad para la resolución de problemáticas. Este veloz aumento en el número de egresados que cada año buscan hacerse de un lugar en el sector productivo del país nos permite hacer una pequeña reflexión sobre los alcances, beneficios y responsabilidades de culminar un programa de estudios universitario.

Con respecto a los beneficios, podemos mencionar que la educación a nivel superior genera importantes cambios actitudinales y cognitivos en las personas: un egresado de este nivel entiende el mundo y el lugar que ocupa en él de una manera mucho más compleja, crítica y comprometida; además, será proclive a buscar mejores condiciones de vida para sí y para los suyos, a través de la realización de labores significativas, directa o indirectamente relevantes para el desarrollo social.

En cuanto a las responsabilidades, podemos mencionar que precisamente por la formación recibida, un egresado universitario sabe que tiene un compromiso ético, social y ecológico para con su entorno; comprende que sin el esfuerzo, la cooperación y la confianza que le brindó la sociedad, no le hubiera sido posible ni siquiera acceder a estudios de nivel superior; y entiende que el fin último de su preparación académica no es únicamente el saber por el saber (incluso aunque el conocimiento es un fin en sí mismo); sino el saber para dar; para ayudar; para brindarse a los demás.

Finalmente, en el terreno de los alcances de terminar una carrera universitaria o un posgrado, debemos ser conscientes de que en esta época un título es un requisito necesario pero no suficiente para la integración exitosa al mundo laboral. Ingresar a este sector es apenas el primer paso. A partir de ahí, comienza un arduo ascenso que exige varios años de trabajo comprometido. Por ello, más allá de la capacidad intelectual y la formación académica, la constancia es clave para cualquier profesionista que desee una vida laboral satisfactoria.

Invito a todos los universitarios y profesionistas de Aguascalientes a que aquilatemos lo expresado y también tomemos en cuenta que la creatividad y el emprendimiento son herramientas fundamentales para generar oportunidades de crecimiento profesional y personal; sobre todo en un país con amplias expectativas de desarrollo como el nuestro. No olviden los beneficios, las responsabilidades y los alcances que implican sus estudios, su título de licenciatura o de posgrado; tomen en cuenta también que, más allá de los factores históricos, familiares y contextuales en que vivimos, el desarrollo de una vida plena y satisfactoria es una cuestión en gran medida de orden personal… Sean entonces buenos profesionistas y buenos ciudadanos, por el bien de la sociedad, de sus familias y de ustedes mismos.

A los 1355 nuevos graduados de la Universidad Autónoma de Aguascalientes les extiendo mis más sinceras felicitaciones. Ha sido un verdadero honor haberlos recibido en nuestra casa de estudios y haberlos acompañado en esta etapa fundamental de sus vidas.