MARIO ANDRADE CERVANTES En una emotiva ceremonia, en compañía de seis apreciados ex rectores y un servidor, presentamos a la sociedad y a la comunidad universitaria la edición de Se lumen proferre, un bello libro en gran formato que pretende ser muestra y testimonio de la unión de manifestaciones humanas que han dado origen y presencia a la Universidad Autónoma de Aguascalientes a lo largo de cerca de cuarenta años de vida.
Sostengo que las instituciones son necesarias y valiosas en la medida que sirven para el desarrollo y bienestar de una sociedad. Ese fue el ideal que buscó plasmar en nuestro lema su creador, el doctor Desiderio Macías Silva. Por ello, para hablar de la máxima casa de estudios del estado, nos remontamos a su esencia, a su historia y proyección social.
En la segunda mitad del siglo XIX germina la primera semilla de esta institución con la Escuela de Agricultura durante el gobierno de Jesús Gómez Portugal, que se transformaría en el Instituto Científico y Literario hasta 1885. No sería sino hasta el siglo XX que se instituye el antecedente inmediato de nuestra universidad, el Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología. Así, en 1973, nace la primera universidad del estado de Aguascalientes gracias a la labor infatigable del que sería su primer rector, el contador público Humberto Martínez de León.
A treinta y nueve años de distancia, la UAA reconoce en sus raíces la cultura, es decir, retornar al verdadero sentido de la universidad humanista de la Edad Media: “el deseo de saber y conocer la verdad”. Con esto no dejamos de lado el sentido pragmático de la universidad actual, sino abrevamos en aquellas ideas que traspasan las generaciones.
Para nuestra Casa de Estudios, además de la investigación y la creación de la disciplina profesional, la transmisión de la cultura es una de sus prioridades, pues es ésta el eje rector de las ideas no sólo al interior de los muros universitarios, sino de la sociedad en general. De igual forma, creemos que para sistematizar las ideas y transfigurarlas en parte sustancial de la vida cotidiana, es importante refrendar la universidad pública, pues ésta debe tener un carácter universal y, por lo tanto, democrático, en el sentido de una universidad incluyente.
El alma mater de los aguascalentenses se ha forjado a través de los años por los esfuerzos constantes de su gente, en un ambiente de cohesión y valores universitarios que han perdurado: responsabilidad social, apertura y vinculación. No dejaremos de reconocer a nuestros benefactores, quienes han sumado muy diversas aportaciones para hacer posible el dar forma a la casa de estudios superior, donde las nuevas generaciones de ciudadanos pueden encontrar eco a sus inquietudes de profesionalización. Agradecemos a quienes contribuyeron a cimentar nuestra Institución.
A casi cuatro décadas de vida, la UAA ha logrado conquistar un lugar destacado en el concierto nacional de universidades públicas, al ir alcanzando la acreditación y la certificación nacional e internacional por la calidad de sus programas de estudio. El campus universitario es motivo de orgullo no sólo para los universitarios, sino para los mismos aguascalentenses, pues se ha logrado una amalgama espacial que equilibra la convivencia de jardines y edificios en un ambiente que invita al estudio.
Nos distingue una amplia oferta educativa que incluye, además del bachillerato, sesenta opciones de formación en el nivel licenciatura, una especialidad, quince maestrías y nueve doctorados. Cabe recordar que dicha oferta se incrementó al dar apertura al Campus Sur en este año, y a un plantel más para bachillerato en el oriente de la ciudad.
Con absoluta seguridad y bien fundado orgullo, podemos afirmar que en este momento la UAA se encuentra en un punto crucial de crecimiento, vinculación e internacionalización; pero ante todo, esta comunidad universitaria busca ser difusora de la cultura para lograr un vínculo estrecho con la sociedad y así continuar siendo propagadora de ideas. Así, los universitarios honramos nuestro lema, atendiendo a la sentencia imperativa, como mencionara don Efrén González Cuellar, que nos convoca a transformarnos en luz. |
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